Hoy estaremos leyendo Ezequiel 43-44, 1 Pedro 4 y Proverbios 20:21-30. En Ezequiel 39 y 40, Dios continúa revelando Su soberanía sobre las naciones y Su plan de restauración para Israel. En el capítulo 39, el Señor declara la derrota definitiva de Gog y sus ejércitos, aquellos que se habían levantado contra Su pueblo. Dios mismo peleará por Israel, y el resultado será tan grande que todas las naciones sabrán que Él es el Señor. Después del juicio, viene la promesa de restauración: “No volveré a ocultarles mi rostro, porque habré derramado mi Espíritu sobre la casa de Israel.” Donde hubo guerra, habrá paz; donde hubo exilio, habrá comunión con Dios. En el capítulo 40, Ezequiel tiene una visión del nuevo templo. Dios lo lleva en espíritu a Jerusalén y le muestra la estructura, las medidas y la gloria del lugar. Este templo simboliza la presencia restaurada de Dios en medio de Su pueblo. Lo que antes estaba destruido ahora será reconstruido, no solo físicamente, sino espiritualmente. Dios está preparando un espacio donde Su gloria habite y Su pueblo viva en obediencia y paz. Reflexiona: ¿Estás permitiendo que Dios restaure las áreas destruidas de tu vida? ¿Estás preparando tu corazón como un templo donde Su presencia habite plenamente?
En 1 Pedro 2, el apóstol nos recuerda nuestra nueva identidad en Cristo. “Desechen toda malicia, engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia, y deseen como niños recién nacidos la leche espiritual pura, para que crezcan en su salvación.” Luego declara una de las verdades más poderosas del Nuevo Testamento: “Ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que proclamen las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.”Pedro también exhorta a vivir con integridad en medio de un mundo que no entiende la fe, para que nuestras obras hablen más fuerte que nuestras palabras. Nos llama a someternos a la autoridad, a servir con humildad y a seguir el ejemplo de Cristo, quien “no cometió pecado ni hubo engaño en su boca… y cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente.” Reflexiona: ¿Estás viviendo como alguien que pertenece a Dios? ¿Tus acciones reflejan la luz de Cristo a quienes te rodean?
En Proverbios 20:1–10, el proverbista nos enseña sobre el dominio propio, la honestidad y la justicia. “El vino es insolente y la bebida embriagante alborotadora; el que se deja llevar por ellas no es sabio.” La falta de control, ya sea sobre los deseos o las palabras, conduce al error. También dice: “Los planes del perezoso llevan a la pobreza, pero las manos diligentes enriquecen.” Y añade: “El Señor aborrece las pesas falsas y se agrada de las balanzas exactas.” La integridad no se demuestra solo en lo grande, sino en los pequeños actos cotidianos de justicia. Finalmente, nos recuerda: “El corazón del hombre es un misterio, pero el Señor examina las intenciones.”