Hoy estaremos leyendo Ezequiel 41-42, 1 Pedro 3 y Proverbios 20:11-20. En Ezequiel 41 y 42, el profeta sigue recibiendo la visión del templo que Dios le muestra. En el capítulo 41, se describen las medidas precisas del santuario y de sus cámaras interiores. Todo está diseñado con orden, simetría y santidad. En medio de los detalles arquitectónicos, se repite una idea central: Dios está construyendo un lugar para habitar entre su pueblo. La belleza y la precisión del templo reflejan Su perfección y pureza. En el capítulo 42, Ezequiel ve las cámaras donde los sacerdotes comerán las ofrendas y descansarán después de servir. Estos espacios representan la comunión y el reposo que vienen de servir fielmente al Señor. En medio de una visión de restauración, Dios está recordando a Su pueblo que Su presencia debe ser el centro de todo. Reflexiona: ¿Estás permitiendo que Dios edifique tu vida con orden y santidad? ¿Tu corazón está siendo preparado como un lugar donde Su presencia pueda descansar?
En 1 Pedro 3, el apóstol nos enseña cómo debe comportarse un creyente maduro, especialmente en sus relaciones. A las esposas, las anima a mostrar belleza interior y un espíritu apacible, y a los esposos, a tratar a sus esposas con honor y comprensión. Luego, Pedro amplía el mensaje a todos los creyentes: “Sean de un mismo sentir, compasivos, amándose fraternalmente, misericordiosos y humildes. No devuelvan mal por mal, ni insulto por insulto, sino por el contrario, bendigan.” Además, nos recuerda que sufrir por hacer el bien no es una derrota, sino una oportunidad para glorificar a Dios: “Estén siempre preparados para responder con mansedumbre y respeto a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes.”Finalmente, Pedro nos lleva a mirar a Cristo como ejemplo: “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.” Reflexiona: ¿Tu manera de hablar, responder y tratar a otros refleja el carácter de Cristo? ¿Estás dispuesto a mantener la paz incluso cuando otros no lo hacen?
En Proverbios 20:11–20, el proverbista enseña que la integridad se prueba con el tiempo. “Aun el niño es conocido por sus hechos, si su conducta es limpia y recta.” Lo que hacemos revela quiénes somos, no lo que decimos. También dice: “El oído que oye y el ojo que ve, ambos los ha hecho el Señor.” Es un recordatorio de que Dios nos dio la capacidad de discernir, pero debemos usarla con sabiduría. Más adelante, enseña que el amor a la comodidad lleva a la pobreza: “No ames el sueño, para que no te empobrezcas.” Y termina con una advertencia sobre la deshonra: “Al que maldice a su padre o a su madre se le apagará su lámpara en la más densa oscuridad.” El respeto, la diligencia y la integridad son pilares de una vida bendecida.