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[...] Un hombre podría prometerle a su esposa jamás desampararla, pero un un horrible pecado o la muerte misma, pondrían fin a esa promesa. Las promesas del hombre quedan sin valor alguno cuando las disposiciones eternas de Dios son diferentes a sus intenciones. Un hombre podría prometerle a su esposa jamás desampararla, pero un un horrible pecado o la muerte misma, pondrían fin a esa promesa. Las promesas del hombre quedan sin valor alguno cuando las disposiciones eternas de Dios son diferentes a sus intenciones. [...]