Te saluda Natalita, y por ahí anda mi duende Augusto, que no se si lo oyes todo emocionado. Él es el más fiel compañero que existe, ¿y sabes qué? ¡A ti también te acompaña uno, aunque todavía no lo conozcas! Soy una niña eterna que ayuda a otros a recordar La Gran Ciencia del Balance, contando historias de nuestras aventuras por La Princesa. Junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias, pero de todo eso te cuento en las notas del programa. Mientras tanto, te dejo con una de las versiones de mi misma, que cuentan historias de colores, según quien decida contar la historia del día.
Bitácora de Aventuras, edición Una Toreada para Nada Convencional
Cuando salieron del nuevo escondite del tesoro, salón que por unos minutos dejó de ser un restaurante con muchas mesas y se convirtió en escenario de un gran baile sin planificación, esperándolos en la puerta se encontraban el gigante y la niña, listos para continuar, y todavía mirando a los duendes bailar. Augusto y la pequeña Natalita les enseñaron los pasitos del baile, y todos imitaron los pasos por toda la calle, que al parecer no estaba lista para recibir tal impacto, y de pronto se convirtió en un río de lava, ¿o será que quiso bailar con ellos y ellos no entendieron? No hubo tiempo de análisis, el gigante fue el primero en darse cuenta, en realidad el único de los 5 en darse cuenta, decidió entrar en un local que vio cerca, agarró a los demás con una mano y los subió en su cabeza para que siguieran bailando mientras corría hasta la puerta brincando sobre las piedras que aún no eran lava, casi como Aladdin y Abu.
Al entrar en el local se dio cuenta de que había todo de cuanto te puedas imaginar, en versión miniatura. Antes de que se diera cuenta el baile sobre su cabeza había cesado y estaban los 4 individuos miniatura en el piso mirando todo como si nunca en su vida hubiesen visto un objeto de su tamaño. La realidad es que no era tan común ni tan sencillo, ellos se cambian de tamaño a conveniencia, y no todas las cosas tienen esa habilidad, de hecho, cuando conocieron al gigante, andaban de su tamaño, por eso pudieron conocerse y convertirse en buenos amigos. Ese día, como por cosa del destino, cayeron en el perfecto lugar, en el tamaño adecuado, todos excepto el gigante, que se ocupaba por no tocar nada ni tropezar, pues podía terminar rompiéndolo todo en pedazos, y siendo descubierto por los Mayores de 5 Años que allí se encontraban. Sí, sé lo que estás pensando, ¿en serio son tan Olvidadizos que no pueden percibir a un gigante? Sí, así de absurda es la vida con los Mayores de 5 Años, tienen todo en sus narices, y de alguna manera todo se les escapa.
Mientras el corillo de pequeñines se paseaba por toda la tienda jugando con todo lo que se encontraban, el gigante tuvo su oportunidad de disfrutar el estar sin estar, y se paró en la puerta para jugar a uno de sus juegos favoritos, después de todo, la calle se había convertido en un río de lava, y no parecía tener la intención de endurecerse en un buen rato. Tomó su lugar justo en la puerta, y se acomodo cual torero, esperando a que pasaran los Mayores de 5 Años. Cada vez que alguno pasaba, jugaba a esquivarlos dramáticamente, agitando un pañuelo frente a ellos, una y otra vez, a cada uno que entraba y salía de la tienda. Los duendes de los Olvidadizos, al notar el juego se rieron como locos, y comenzaron a susurrar al oído de sus acompañantes que necesitaban volver a entrar. Los Olvidadizos de inmediato entraban, se paraban en medio de la tienda tratando de recordar qué era lo que necesitaban, y al no tener éxito regresaban a la entrada, solo para que el gigante jugara a esquivarlos una vez más, el duende volviese a susurrarles que entraran, y repitiendo este ciclo al menos dos veces antes de rendirse y seguir su camino. Los duendes a veces hacen eso, le dan una oportunidad tras otra a cada Olvidadizo de que abra sus ojos, no siempre es tan sencillo, no siempre funciona, pero si algo distingue a los duendes es su perseverancia, nunca pierden la esperanza, nunca se rinden, es así que han logrado restaurar el balance una y otra vez a través de los milenios.
Después de un rato, Augusto les recordó que estaban de camino al parque, los pequeñines salieron de sus casitas temporeras y corrieron hacia el gigante, casi como si acabaran de despertar de un trance. Augusto no lo había olvidado, pero disfrutaba regalarles momentos de puro juego sin pensar en más nada, por eso no les había dicho. Se colocaron sobre el gigante una vez más, esta vez los hermanos en un hombro, Natalita y Augusto en el otro, y salieron, listos para continuar la travesía hasta el parque.
Cuando miraron la calle esta vez, se dieron cuenta de que no se había convertido completamente en un río de lava a punto de derretirlos, si no que había dejado estratégicamente algunas piedras duras, para que brincando de una a otra otro hicieran el baile con ella. Y así lo hicieron, continuando su camino cada uno por su lado pero en la misma ruta, hasta que la calle se cansó de bailar y se endureció satisfecha, aunque fuera por un día, alguien entendió su juego.
26 de enero de 2020
Dentro de dos semanas te cuento otra historia, mientras tanto, puedes conectar conmigo la próxima semana en Sanando con tu Duende, un espacio para la sanación cuántica. Un podcast en el que te cuento lo que me enseña mi duende Augusto a través de nuestras sesiones de sanación. Si me quieres ver antes, te espero el miércoles a las 12 PM hora de Puerto Rico, a través de nuestro canal de YouTube y en Instagram, en una sesión en vivo en la que podrás hacerle tus preguntas a Augusto, y de paso ir aprendiendo a conectar con tu duende. Sí, tienes un duende. Te recuerdo que junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias. En las notas del programa te dejo todos los enlaces, para que puedas reservar tu sesión, y visitarnos en nuestros otros espacios.
Nos veremos otro dia que no sea hoy. ¡A dormir!