“Eliseo se fue luego a Damasco; y Ben-adad rey de Siria estaba enfermo, al cual dieron aviso, diciendo: El varón de Dios ha venido aquí. Y el rey dijo a Hazael: Toma en tu mano un presente, y ve a recibir al varón de Dios, y consulta por él a Jehová, diciendo: ¿Sanaré de esta enfermedad? Tomó, pues, Hazael en su mano un presente de entre los bienes de Damasco, cuarenta camellos cargados, y fue a su encuentro, y llegando se puso delante de él, y dijo: Tu hijo Ben-adad rey de Siria me ha enviado a ti, diciendo: ¿Sanaré de esta enfermedad?” (2 Reyes 8: 7-9).
Al dar esta orden a Hazael, el rey de Siria testificó ante su pueblo de su interés en el Dios de los hebreos, e hizo también saber a su nación que ya no consideraba como supremos únicamente a los dioses de Siria. Si los hijos de Israel hubiesen sido fieles a su misión, este tipo de testimonio podrían haberlo dado los gobernantes de muchas naciones.