“Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.” (S. Lucas 23: 39-42).
Los malhechores moribundos ya no tenían que temer de los hombres. Pero uno de ellos sentía la convicción de que había un Dios a quien temer, y un futuro que le hacía temblar.