“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.” (S. Juan 20: 21-23).
Jesús les estaba confiando una tarea sagrada y quería grabar en sus mentes el pensamiento de que, sin la ayuda del Espíritu Santo, esta obra no se podía realizar.