“Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada." (S. Juan 21: 2, 3).
Los discípulos se cuestionaron su propio futuro, y se entristecieron al contemplar la perspectiva que tenían ante ellos. Mientras tanto un observador solitario, invisible, los miraba desde la orilla.