“Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías.” (Hechos 8: 26-28).
Un ángel guio a Felipe a un hombre en busca de luz y dispuesto a recibir el Evangelio. Hoy también los ángeles están dispuestos a guiar los pasos de aquellos obreros que permiten que el Espíritu Santo santifique sus lenguas y refine y ennoblezca sus corazones.