«Nosotros, neoyorquinos corrientes, éramos reyes y señores en todos esos lugares, aun en aquellos en que el dueño fingiera ser hosco o en los que lo fuese realmente. Podíamos elegir y encontrar nuestros restaurantes favoritos y disfrutar de una de las maneras de sentirnos en casa en esta ciudad. Es en la vida cotidiana, buscando restaurantes, tiendas y un lugar donde vivir, cuando encontramos nuestra vía para entrar en la ciudad. Y hay que encontrar una vía propia en Nueva York. Porque no es una ciudad hospitalaria. Es muy grande y no tiene corazón."