Cuando David Muñoz podía, siempre elegía el turno de noche en la fábrica. Prefería el silencio. El trabajo monótono, la rutina que le permitía pensar en letras mientras ensamblaba piezas. Cuando lo necesitaban, David y José pedían el día libre para ir algún bolo. Un día pidieron el día para ir a Madrid. Iban a firmar un contrato. Martínez, el jefe de la fábrica, les dio el día, pero les pidió ver luego la cartilla para que demostraran que habían ingresado dinero. Así, de la manera menos glamurosa y más de calle, nació una de las bandas más importantes de las últimas décadas.