Los hábitos se debilitan del mismo modo en que se forman. No es suficiente con ser competente en una actividad; es necesario continuar ejercitándola para conservar esa destreza.
Puedes hablar inglés con soltura, pero si dejas de practicarlo, comienzas a perder agilidad verbal, te sientes menos fluido y más inseguro. Lo mismo ocurre con cualquier aspecto de la vida: si ese cuerpo trabajado deja de cuidarse, el músculo pierde definición y volumen.
El mayor riesgo: la autocomplacencia. Relajarse, conformarse y pensar que haber llegado es suficiente para mantenerse. Nunca hay que dejar de aprender, de formarse y de evolucionar.
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