Jesús le respondió:
―En cierta ocasión, un hombre iba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones. Estos le quitaron todo lo que llevaban, lo golpearon y lo abandonaron medio muerto. Entonces pasó por el mismo camino un sacerdote que, al verlo, se hizo a un lado y siguió de largo. Luego, un levita pasó también por el mismo lugar y, al verlo, se hizo a un lado y siguió de largo. Pero un samaritano que iba de viaje por el mismo camino, se acercó al hombre y, al verlo, se compadeció de él. Llegó adonde estaba, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, le dio dos monedas de plata al dueño del alojamiento y le dijo: “Cuídeme a este hombre, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando vuelva”.
El maestro de la ley respondió:
―El que se compadeció de él.
Entonces Jesús le dijo:
―Anda pues y haz tú lo mismo.
Lucas 10:30-37
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