Hechos 7:37 Este es el mismo Moisés que dijo a los hijos de Israel: Dios les levantará un profeta como yo de entre sus hermanos. 38 Este es aquel que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y el que recibió palabras de vida para darnos. 39 Nuestros padres no quisieron serle obedientes; más bien, le rechazaron y en sus corazones se volvieron atrás a Egipto, 40 diciendo a Aarón: Haz para nosotros dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le habrá acontecido. 41 Entonces, en aquellos días hicieron un becerro y ofrecieron sacrificio al ídolo, y se regocijaban en las obras de sus manos. 42 Pero Dios se apartó de ellos y los entregó a que rindieran culto al ejército del cielo, como está escrito en el libro de los Profetas: ¿Acaso me ofrecieron víctimas y sacrificios en el desierto por cuarenta años, oh casa de Israel? 43 Más bien, llevaron el tabernáculo de Moloc y la estrella de su dios Renfán, las imágenes que hicieron para adorarlas. Por tanto, les transportaré más allá de Babilonia.
Quiero recordarles que es necesario leer todo el capítulo completo, especialmente donde Esteban hace un recuento detallado de la historia de Israel y como Dios ha estado durante años y siglos llamando a Su pueblo para que busquen a Dios, como el pueblo se ha alejado de Dios continuamente. Aquí vamos a aprender muchísimo sobre el proceso en que Dios ha llevado al pueblo de Israel y al final, la solución para la salvación se concentra en Jesucristo.
Con dolor somos testigos del primer mártir de la iglesia, aquel que murió por enseñar sobre Jesucristo. Valerosamente, Esteban confronta a los líderes de ese tiempo, y quiero enfocarme en que él les recuerda cómo el pueblo de Israel que salió de Egipto con mano poderosa y grandes señales nunca pudieron afirmarse en Dios por un detalle grande: ellos llevaban ídolos escondidos, imágenes de los dioses de las naciones donde precisamente Dios quería apartarlos. Eran prácticas religiosas nefastas como por ejemplo: la promiscuidad religiosa o el sacrificio de niños quemados en el fuego ante el dios Moloc.
Reflexionemos si nosotros tenemos alguna clase de prácticas que no le agradan a Dios, que hacíamos cuando no le conocíamos anteriormente. Tal vez no tengas un ídolo de oro, de madera, de imagénes, de estatua escondido en tu casa, pero hay ídolos como parientes o amistades que son dañinas y que siempre están metiendo conflicto con sus comentarios en tu hogar. Ese compadre o comadre que siempre habla negativamente y despreciando el núcleo familiar, rebajando al esposo o a la esposa, en vez de ser una persona que te motive a seguir afirmando el hogar.
Otra clase de ídolos son los malos hábitos como por ejemplo: la pornografía o las apuestas en juegos de azar, que pueden salirse de control y arruinar las finanzas del hogar, destruyéndolo poco a poco.
Que no nos pase como al pueblo de Israel que caminaban viendo a Dios guiándolos y rescatándolos de la esclavitud, mientras que ellos llevaban en sus bolsas otra clase de esclavitud que corrompieron su corazón y nunca pudieron afirmarse en Dios.
Cuesta alejarse de personas que son tus amigos de mucho tiempo pero que solo drenan tu paz y transmiten rencor todo el tiempo.
Cuesta romper malos hábitos, especialmente si se hacen por mucho tiempo pero que sabes que ensucian tu mente y tu corazón. Saca esos ídolos de tu hogar, de tu vida y vas a ver inmediatamente cómo el Espíritu de Dios embarga tu vida y las ventanas de los cielos se abren a tu favor para bendecirte.
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