“La muerte es un castigo para algunos, para otros un regalo, y para muchos un favor.”
Nunca antes la muerte fue un favor como para Ariadna, una pequeña joven de escasos 11 años que vivió en Europa a principios del renacimiento. Dulce y gentil con toda la gente que le rodeaba, la pequeña niña sufrió un destino tan cruel que hasta la fecha no se tiene registro de una violencia tal infligida a un ser humano.
En el año de 1402 en España, dentro del seno de una familia humilde nació Ariadna, una pequeña de tez blanca, cabello negro como la noche y ojos finamente melancólicos. Aunque su familia era de un estatus social bajo, vivían felices y Ariadna había venido a consumar un hogar feliz con sus padres y 5 hermanos.
Desde chica, siempre fue instruida en las labores del hogar (como todas las damas de aquella época) lavar, cocinar, limpiar la casa, tejer y servir a los hombres. Eran algunas de las actividades que formaban parte del diario para Ariadna. Sin embargo, ella era inteligente, ella era una persona especial que gustaba de leer y escribir, siempre se cuestionaba el porqué de todas las cosas y tenía un gran interés en la muerte y el más allá.
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