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El apóstol Juan, con palabras muy sencillas, nos explica lo que significa ser verdaderamente hijos de Dios. Él ya nos explicó que tristemente se habían levantado anticristos desde la misma congregación. Así cómo Lucifer, que era un ángel de luz se rebeló contra Dios, en la congregación también pueden haber hijos de Dios que terminan convirtiéndose en hijos del diablo. O quizás siempre fueron hijos del diablo, y el amor de Dios y el Evangelio nunca realmente penetraron en sus corazones. ¿Cómo puedo saber a quién sirvo? Si digo que amo a Dios debo guardar sus mandamientos. Debo amar a Dios. Debo a amar a Jesucristo, a quién Él envió. Y debo amar a mis hermanos. El que odia a su hermano, no tiene vida eterna. El que pudiendo ayudar a su hermano, no lo hace, tampoco tiene vida eterna. Juan es muy directo. Y mientras esperamos la Segunda Venida de Cristo, tenemos que trabajar en nuestra santificación. Debemos purificarnos, así como Jesús es puro. ¡No te contamines! Es cierto que cuando Cristo venga, seremos transformados. Cuando Cristo venga, Él nos revestirá de inmortalidad. Él quitará de nosotros la tendencia a pecar. Pero hasta que ese día llegue, yo debo perseverar en pasar tiempo con Jesús. Debo permanecer en Él. Y debo pedirle al Espíritu Santo que me ayude a cambiar las cosas que debo cambiar. No te quedes de brazos cruzados esperando a que Cristo te cambie en la Segunda Venida. Por supuesto que Él nos va a transformar. Pero Él no va a hacer por ti, lo que tú puedes y debes hacer por ti mismo. No te entregues al pecado. No cedas a las tentaciones. Vive en victoria en el Nombre de Jesús. Que el Señor te bendiga.