Unidad y santidad. A eso apunta esta carta del apóstol Pedro. Una familia. Una casa espiritual. Un pueblo. Cristo Jesús es la piedra angular, sobre el cual se edificó la Iglesia. Antes no éramos nada. No éramos parte de este pueblo. No teníamos a Dios, y vivíamos perdidos en este mundo de pecado. Hasta que la misericordia de Dios nos alcanzó. La obra no está terminada. Dios sigue trabajando en nosotros. Él nos sigue puliendo, y dando forma; Él sigue limando las asperezas de mi carácter, para que lleguemos a ser un edificio que honre y le dé la gloria al Señor. Sométete a Dios. Y deja que Dios termine la obra que comenzó en tu corazón. Que el Señor te bendiga.