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Lamentablemente, Salomón desobedeció todas las instrucciones que el Señor había dejado para los reyes de Israel. El rey no debía acumular riquezas; tampoco debía ir a Egipto, en busca de caballos; tampoco debía casarse con mujeres extranjeras, porque podían desviar su corazón de su fidelidad y alianza con el Señor. Todo esto fue exactamente lo que hizo el rey Salomón. De nada servía el maravilloso Templo que había hecho para el Señor, si después construiría santuarios paganos en el Monte de los Olivos. Dios no podía seguir bendiciendo a Salomón. Y es más, así como le quitó el reino a Saúl, ahora se lo quitaría a Salomón, aunque por amor a David, y por su misericordia, le dejaría una tribu. El resto de las tribus ahora serían un reino aparte. Salomón pudo haber quedado en la historia como el más grande rey de Israel, pero su conducta en su vejez, fue vergonzosa, y deplorable. Actuó como un necio, y le dio la espalda al Dios que lo había bendecido tanto. Prefirió fortalecer su alianza con otras naciones, más que fortalecer su relación con Dios. Que Dios nos ayude a aprender de los errores de Salomón. No sacrifiques tu fidelidad a Dios por bendiciones temporales. Honra siempre a Dios, dándole el primer lugar en tu vida. Y no vayas tras honores y ganancias terrenales. Que el Señor te bendiga.