Dios ya había decretado que Israel se dividiría en dos reinos. El pecado de Salomón, sería así castigado. Es muy irónico que el hombre más sabio del mundo, haya dejado en el poder a un hombre tan necio. Roboam tuvo la oportunidad de retener a todas las tribus bajo su poder. Pero en vez de escuchar la voz del pueblo, y la voz de sus consejeros mayores, escuchó la voz de los jóvenes, los que se habían criado con él, dentro del palacio. Estas personas no tenían idea de lo que significaba el trabajo duro. Y le aconsejaron a Roboam que fuera duro en su respuesta. Esto solo logró que el pueblo se enojara, y rompieran con la dinastía de David. Si ya estaban agotados con las exigencias de Salomón, que su hijo les prometiera más dureza, fue la gota que rebalsó el vaso. Nombraron a Jeroboam como su Rey, y él hizo de Siquem su capital. Pero Jeroboam cometió un terrible error. Dios le había prometido su protección y bendición, siempre y cuando se mantuviera fiel a su Palabra. Pero Jeroboam, teniendo miedo de que el pueblo, al ir a Jerusalén para las fiestas religiosas, decidió hacer algo al respecto. Temía que el pueblo lo dejara a él, para volver a ser leales a la dinastía de David. ¿Pero cómo impedirlo? Decidió crear sus propios santuarios, su propio sacerdocio, y sus propias fiestas religiosas. Mandó a hacer dos becerros de oro. Puso uno en Dan en el norte, y otro en Betel, en el sur. Así su pueblo no tendría que subir hasta Jerusalén. Pero abandonar y traicionar al Señor no es recomendable. Es imposible tener éxito dándole la espalda al Señor. Que Dios nos ayude a permanecer siempre fieles al Señor. Que el Señor te bendiga.