Dios había elegido a Jeroboam, para reprender a Salomón por su idolatría. Pero resulta que Jeroboam también eligió el camino de la idolatría para evitar que Israel volviera a Jerusalén, y a través de la adoración al Dios verdadero, lo dejaran por servir al rey de Judá. Por eso Dios envió un mensajero para condenar el culto en Betel. La profecía de este mensajero, habló de Josías, un rey de Judá que vendría a destruir este altar, y quemando sobre él a los sacerdotes falsos que Jeroboam había instituido. Y como señal, declaró que ese mismo altar se partiría en dos. En ese mismo momento Jeroboam mandó a apresar al profeta, pero al hacerlo su mano se secó, y no podía moverla. Entonces clamó al profeta, y le pidió que pidiera misericordia. El profeta oró por él, y su mano le fue restaurada. El rey lo invitó a comer, pero el profeta se negó, ya que Dios le había prohibido comer y beber en Betel. Y debía volver a su casa por otro camino. Y eso hizo. Pero un profeta local, ya viejo, al escuchar la historia, salió a buscarlo, y lo encontró descansando debajo de un árbol. Lo invitó a su casa a comer, y el profeta se negó. Pero luego le mintió, diciendo que Dios le había indicado que lo trajera. Y el profeta verdadero le creyó la mentira. Pero por desobedecer, Dios le habló por el profeta mentiroso, y al salir de su casa un león le salió al encuentro, y lo mató. Esta historia es un tanto extraña, pero nos muestra la importancia de obedecer la Palabra de Dios. Muchos intentarán engañarnos, para que finalmente la desobedezcamos. Pero debemos ser fieles a las claras indicaciones que Dios nos da en su palabra. Que Dios nos ayude a siempre alejarnos de todo tipo de idolatría y desobediencia. Que el Señor te bendiga.