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A veces los nombres de los reyes de Judá e Israel, pueden provocar un poco de confusión. Pero sus historias siempre nos dejan lecciones morales, para nosotros determinar qué es lo que es bueno, y qué es lo que tenemos que evitar. El rey Asa, en Judá, hizo lo bueno antes los ojos del Señor. Él hizo una reforma espiritual: expulsó del país a todos los que ejercían la prostitución cultual y destruyó todos los ídolos que había en Jerusalén. La Biblia menciona que no quitó los lugares altos (o santuarios paganos), pero su corazón se mantuvo fiel al Señor. Claramente, este rey eligió andar en las huellas de su antepasado David. Algo negativo en su reinado fue que, en su guerra contra Baasa, rey de Israel, en vez de buscar la ayuda del Señor, él tomó todo el oro del templo, y le pidió ayuda al rey de Damasco. Pero el autor bíblico, aunque menciona lo ocurrido, no nos da su parecer sobre lo ocurrido. 
Por su parte, Baasa llegó a ser rey de Israel mediante una conspiración. Él asesino al hijo de Jeroboam, Nadab, y luego exterminó a toda la familia de Jeroboam, tal como había sido anunciado por el profeta Ahías, de Silo. Pero Baasa siguió cometiendo los mismos pecados que Jeroboam. Es decir, no hubo ningún cambio. Nadie buscaba verdaderamente al Señor en el reino de Israel. 
Las frases que más se repiten en estas  historias son: hizo lo bueno, hizo lo malo. Que el Señor nos ayude a nosotros a hacer lo bueno. Que cuando se tenga que escribir nuestro epitafio, que diga: amó al Señor, y procuró con todo su corazón ser fiel a la Palabra del Señor. Que el Señor te bendiga.