Cuando la Biblia nos presenta a Jonatha, el hijo de Saúl, vemos inmediatamente que éste es un joven lleno de fe y valor. No tenía miedo de enfrentarse a los filisteos. Él confiaba en Dios, y sabía que para Dios no hay nada imposible. Él sabía que Dios puede dar la victoria aún con un pequeño grupo de soldados sobre un gran ejército. Y Dios recompensó su fe. Jonathan pidió una señal, y Dios se la dio. Y luego Dios trajo confusión y caos dentro del campamento de los filisteos. Por una parte el relato nos muestra la fe de Jonathan; pero por otra parte también vemos que su padre, el rey Saúl, se comportaba de forma apresurada y sin realmente considerar a Dios. Con Saúl estaba el sacerdote Ahías, mediante el efod se podía consultar a Dios antes de salir a la batalla. En primera instancia Saúl se vio inclinado a consultar a Dios; pero luego desistió de hacerlo, y salió así a la batalla. Vemos que esto no le agradó al Señor; y la siguiente vez que consultó al Señor, Dios no le respondió. Debemos aprender a tener fe, y a siempre consultar con el Señor. Hoy no tenemos un efod para ver las respuestas de Dios. Pero cuando tengas un plan o un proyecto en mente, preséntaselo al Señor. No para que el bendiga tus planes, sino para primero pedirle que te muestre si debes avanzar o no. La historia de Jonathan nos muestra que Dios responde cuando tenemos fe y cuando ponemos todo en sus manos. Que el Señor te bendiga.