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Todos conocemos la historia de David y Goliat. Pero siempre es bueno recordar los detalles de esta magnífica historia. Mientras todo Israel temblaba de miedo delante del gigante, David, lleno del Espíritu Santo, pidió enfrentarse con el gigante. El gigante no lo podía creer: ¡un muchacho rubio, de mejillas rosadas era el que se enfrentaría a él! Claramente lo menospreció. Ni siquiera espada traía para enfrentarlo. Pero David estaba armado con el arma más poderosa que existe sobre la tierra: su fe en el Señor. El Señor es el que da la victoria. Para el Señor no hay enemigos que no se puedan derrotar. Goliat parecía un verdadero tanque de guerra. Con una coraza, escudo, yelmo, y lanza, parecía indestructible. Pero al ver a David, debió haberse quitado el yelmo. Y fue en la frente donde se le clavó la piedra que le lanzó David con su honda. Cayó al suelo, y David lo remató con su propia espada. Le cortó la cabeza, y así ese día Dios le dio una gran victoria a Israel sobre sus enemigos. No se cuál es el gigante que te está atormentando. Pero de David podemos aprender esto: Dios es el que da la victoria. Pon tu confianza en el Señor, y Él te dará la victoria. Que el Señor te bendiga.