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El rey Josafat es uno de los pocos reyes buenos y justos que tuvo el reino de Judá. Cometió errores, como asociarse con Acab y Ocozías, reyes malvados y perversos, que habían dejado al Dios de Israel para servir a dioses paganos. Pero cuando Josafat se enfrentó a la amenaza de un ejército numerosísimo que venía a hacerle frente, él decidió humillarse delante de Dios, y pedir su ayuda e intervención. Josafat hizo exactamente lo que el rey Salomón dijo que había que hacer: humillarse delante de Dios, y clamar por su ayuda. Y Dios escuchó la oración de Josafat. Dios, mediante un profeta, les ordenó salir al día siguiente a enfrentarse a sus enemigos; pero ellos no tendrían que pelear, ya que Dios pelearía por ellos. Y así fue: cuando el pueblo salió de madrugada al camino del desierto, y cuando los levitas empezaron a alabar al Señor, sus enemigos comenzaron a pelear entre ellos. Los moabitas dieron muerte a todos los edomitas; y luego se empezaron a pelear entre ellos mismos, hasta que no quedó ninguno en pie. Todo el pueblo tardó 3 días en recoger todo el botín. Y cuando regresaron a Jerusalén, volvieron a adorar al Señor. 
La clave del éxito es siempre buscar la ayuda del Señor. Debemos humillarnos en su presencia. Debemos abandonar nuestros malos caminos. Y debemos confiar en su poder y en su amor. Debemos escuchar lo que dicen los profetas: lo que dice su Palabra; y entonces podemos estar seguros de que Dios peleará por nosotros. Confía en el Señor. Búscalo de todo corazón. Que el Señor te bendiga.