El rey Josías fue el último buen rey que tuvo Judá. Cuando lees este capítulo, te das cuenta de que el país estaba sumido profundamente en la idolatría. Los ídolos habían sido puestos incluso dentro del mismo Templo del Señor. Habían altares paganos por todas partes. Habían sacerdotes falsos por doquier. La limpieza que hace Josías, es tremenda. No solamente se deshace de los objetos y de las personas que promovían la idolatría; también los llevó a adorar al Señor, mediante la celebración de la Pascua...la cuál hace años que no se celebraba. Josías hizo un gran esfuerzo por volverse de todo corazón al Señor. Pero el texto dice que aún así, Dios estaba decidido a destruir a Jerusalén. ¿Por qué? Porque lamentablemente, las reformas de Josías no durarían mucho. La idolatría estaba en el corazón del pueblo. Era una tendencia en ellos. De nada sirve una reforma externa, si el corazón sigue anhelando aquello que nos aleja de Dios. Que Dios nos ayude a examinar nuestros corazones, y pedirle a Dios que nos limpie desde adentro hacia afuera. Que el Señor te bendiga.