Absalón tenía todo para haber destruido a su padre David. Si hubiera escuchado a su consejero Ahitofel, lo hubiese logrado. Pero decidió preguntar el consejo de Husay, el amigo de David, y su consejo fue juntar un mayor ejército para así salir a cazar a David. En realidad, Husay quería darle tiempo a David, para que se pusiera a salvo. Y Absalón le hizo caso, porque Dios ya había determinado su fin. La rebelión de Absalón era una consecuencia del pecado de David. Pero David ya se había arrepentido; y nuevamente estaba buscando a Dios de todo corazón. En cambio Absalón se había transformado en un súbdito de Satanás. Si él hubiese triunfado, ciertamente ese hubiese sido el fin de Israel. Por esa razón Dios empezó a luchar por David. Dios le demostró su tierno amor y misericordia, al proveer personas que cuidaron de él con alimentos e utensilios básicos. Dios tiene mil formas de demostrarnos su favor; y a pesar que David tuvo que salir de Jerusalén como un fugitivo, totalmente humillado, Dios siempre levanta a los que se humillan, y abate a todos los que son soberbios. ¿Te gustaría que Dios pelee por ti? Humíllate en su presencia, e implora por su dirección y bendición. Que el Señor te bendiga.