Aún cuando estaba en una gran desventaja numérica, el ejército de David obtuvo una gran victoria contra el ejército de Israel. Es posible que la victoria, en gran parte, se deba a la vasta experiencia de Joab como general. El hecho de que la batalla fuera en el bosque de Efraín, hizo que los números no hicieran la diferencia. Muchos soldados se perdieron, y otros tantos se accidentaron, dado a la topografía del lugar. El mismo Absalón se accidentó, quedando suspendido en el aire, ya que su cabello quedó trabado en las ramas de una gran encina. Es posible que por la violencia del golpe, haya sufrido alguna lesión en su médula espinal, y eso lo haya dejado inmóvil. Lo cierto es que Joab mismo lo hirió de muerte, y después sus escuderos lo terminaron de matar. Fue sepultado en el mismo bosque, sin honores y sin ningún reconocimiento. La muerte de Absalón fue el juicio de Dios sobre un hijo que se había levantado contra su padre. Pero lo extraño de la historia es que David, al enterarse de la muerte de su hijo, se entristeció en sobremanera. El pueblo estaba feliz porque Dios los había librado de sus enemigos. Pero David solo pensaba en su hijo muerto. Quizás lo atormentaba el pensamiento de que todo esto era una consecuencia de su pecado. Había fracasado como padre. Sentía que él debía haber muerto, y no su hijo. Es cierto que David en parte pudo haber sido responsable. Pero lo cierto es que cada uno es responsable de sus decisiones. Absalón eligió rebelarse, y recibió la paga del pecado, que es la muerte. Que Dios nos ayude a siempre permanecer humildes, y obedientes a los mandamientos de Dios: Honra a tu padre y a tu madre. Que el Señor te bendiga.