Esta historia nos muestra características muy interesantes acerca del patriarca Abram. Aunque inicialmente él no estaba involucrado en la guerra, al saber que su sobrino Lot había sido llevado cautivo, Abram no lo pensó dos veces, y con la ayuda de sus aliados fue tras los reyes invasores. Recorrieron un largo camino, hasta que los alcanzaron en Dan, en el norte, y los persiguieron hasta Damasco. Probablemente los encontraron celebrando, y haciendo fiesta. Pero sin duda la victoria de Abram fue gracias a la bendición de Dios. Es por eso que al regresar, Abram no dudó en darle los diezmos a Melquisedec, Rey de Salem, y Sacerdote del Dios Altísimo. Los diezmos son un reconocimiento de que toda victoria y toda bendición proviene de Dios. Abram nos da un ejemplo que todos los que creemos en Dios deberíamos seguir. Si Dios ha sido tan bueno conmigo; si Dios me ha bendecido en abundancia, yo debería ser agradecido, y reconocer a Dios devolviéndole los diezmos. Lo interesante de esta historia, es que se nos presenta a Melquisedec, Rey de Justicia, y Rey de Salem, que después llegó a ser Jerusalén. Melquisedec en el Nuevo Testamento se reconoce como un símbolo de Jesús, nuestro Rey y Sacerdote. Reconozcamos a Dios, como nuestro Rey y Salvador, y devolvámosle a Dios la parte que le corresponde. Que el Señor te bendiga.