Cuando miramos los evangelios, especialmente el que escribió Lucas, nos damos cuenta que Jesús a menudo tenía palabras muy alentadoras para los pobres. Por ejemplo Jesús le dijo a sus discípulos: "Dichosos ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece". (Lucas 6:20). Cuando se es pobre, muchas veces no hay para comer, o no se tiene dinero para comprar ropa, u otras necesidades básicas. ¿Y qué hace una persona en necesidad? Clama a Dios. Pero cuando se es rico, muchas veces ya no se ora. Los ricos fácilmente pueden dejar de lado la oración. Dejan de confiar en Dios, y empiezan a confiar en sí mismos; en sus habilidades, destrezas y fuerzas para ganar dinero. Algo así le pasa a la iglesia de Laodicea, que representa a la iglesia del tiempo del fin. Es una iglesia tibia. Es decir, no ha negado completamente a Jesús; pero tiene más lazos y compromisos con el mundo, que con el Señor y Salvador del mundo. Es una iglesia que no depende de Dios. No lo busca, y siente que no lo necesita. Siente que tiene todo. Siente que puede ver, cuando en realidad está ciega, desnuda, y es miserable. Ha dejado a Jesús afuera. No hay salvación cuando solamente llevamos el nombre de cristianos, pero realmente no tenemos una relación salvadora con Jesús. Jesús debe estar en el trono de nuestros corazones. Debemos reconocerlo siempre, como el Señor, como el Rey de nuestras vidas. No dejes que las riquezas endurezcan tu corazón. No te afanes tanto por el dinero, que te olvides de la fuente de todas nuestras bendiciones. No le des la espalda a Jesús, ni lo dejes afuera de tu vida. Reconócelo en todos tus caminos. Nunca dejes de servir al Señor, ni de servir a tu prójimo. Sino, el Señor te vomitará de su boca. El Señor borrará tu nombre del libro de la vida. El Señor te quitará tu corona, y se la dará a otro que realmente sea digno de ella. Permanece humilde. Se pobre espiritualmente, y dile al Señor: "Te necesito. Perdona mi locura. Perdona mi indiferencia. Y ayúdame a consagrarme de todo corazón". Que el Señor te bendiga.