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Hoy en día uno de los valores más apreciados y por los que más se lucha, es por la libertad y la independencia. Pero en el matrimonio pasa lo contrario: pierdes tu libertad y pierdes tu independencia. Pero esto no es algo malo. ¡No puede ser malo si fue Dios quien lo creó! En el matrimonio tú ya no te perteneces a ti mismo. Ahora le perteneces a tu amado (a). Ahora vives para él (ella). Ahora eres responsable de su bienestar y de su felicidad. En el matrimonio se debe eliminar el egoísmo - ya dejamos de pensar solamente en nosotros mismos, y comenzamos a pensar y buscar la forma de hacer feliz a la persona que amo. Repite como la Sulamita: “Yo soy de mi amado y él me busca con pasión” ( Cantares 6:10 NVI). Que en tu matrimonio nunca falten los cumplidos, las caricias, la intimidad, y el amor apasionado y sincero. Que el Señor te bendiga.