Al parecer los falsos maestros, que estaban enseñando que para ser salvos había que circuncidarse, también habían llegado a Éfeso. O también es posible que aún no llegaran, y Pablo en caso de que llegaran, desea dejar bien en claro el papel de las obras en el plan de salvación. Las obras no nos salvan. La salvación no es por obras. No es por lo que yo haga, lo logre hacer. La salvación es por gracia. Es un regalo de Dios. Tu derecho al cielo no lo ganas tú mediante tu obediencia. Tu derecho al cielo lo ganó Cristo Jesús, mediante su muerte. Él abrió un camino al Padre. Solo mediante la fe en Jesús, y su sacrificio en tu lugar es que puedes llegar al cielo. La salvación es por gracia. Es un regalo que debes aceptar. Querer llegar al cielo por nuestras obras y esfuerzos, es como decirle a Dios: “Muchas gracias, pero no quiero tu misericordia. No quiero tu regalo. Yo voy a pagar por mi propia salvación”. No tenemos como pagar por nuestra salvación. Y paga del pecado es muerte. Estamos muertos, y merecemos morir. Pero podemos vivir, únicamente si aceptamos el regalo de Dios. Acéptalo. Dile hoy a Jesús: “Jesús, te necesito. Sálvame. Creo que moriste por mi maldad. Creo que eres el Hijo de Dios. Recíbeme en tu familia. Adóptame como un hijo tuyo. Te amo. Y te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.