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Hay una idea que me gustaría destacar del capítulo de hoy: los que querían detener la obra, finalmente tuvieron que ayudar a terminarla por decreto del rey Darío. Del impuesto que tenían que enviar a Babilonia, el rey ordenó que se les diera todo lo necesario para que finalizaran la obra. La Palabra de Dios, dicha por los profetas Hageo y Zacarías se cumplió. Dios estaba ayudando a su pueblo. Y el capítulo termina en gozo y regocijo: terminan el Templo; hay una dedicación del Templo, y luego celebran la Pascua - un claro nexo entre la salida de Egipto, y ahora el regreso del exilio en Babilonia. La celebración de la Pascua, siempre tienen una conotación de reconsagrarse al Señor. Los que habían estado lejos del Señor, y habían adoptado las costumbres de las otras naciones, son llamados a volver al Dios de Israel a través de la Pascua. Pero la Pascua por sobre todo apunta a Jesús, el verdadero cordero pascual, cuya sangre nos redime y nos limpia de todo pecado. Recuerda este principio: Si Dios está por nosotros, quién contra nosotros. Que el Señor te bendiga.