Dios se presenta aquí como el más hábil cardiólogo. Un cirujano hábil y amoroso, capaz de extirpar de nuestro pecho nuestro duro corazón de piedra, para reemplazarlo con un corazón de carne. Dios pone en nosotros su Santo Espíritu, a través del cual obra nuestra transformación. Usa las pruebas y las dificultades para moldearnos hasta lograr un cambio radical en nuestras vidas. Los habitantes de Jerusalen se sentían seguros, y continuaban en su terca maldad. Pero los que estaban sufriendo el destierro en Babilonia, ellos serían purificados de todos sus ídolos y de toda su maldad. ¿Te gustaría que Dios haga una transformación en tu vida? ¿Te gustaría que Él te cambie el corazón? Solo su Espíritu es el que puede hacer esta obra. Así que cae de rodillas, y pide este milagro en tu vida. Que el Señor te bendiga.