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Dios es celoso. Y está en todo su derecho de serlo. Dios claramente nos dice que Él no comparte su gloria con nadie. No podemos pretender amar a Dios cuando claramente hay otras cosas que ocupan su lugar. Aquí Dios le muestra al profeta cómo su pueblo cometía pecados espantosos que lo provocaban a celos. Eran pecados espantosos que Israel cometía dentro del mismo Templo de Dios. Aquel templo sobre el cual Dios dijo “allí pondré mi nombre”, estaba siendo contaminado con idolatría. Son 4 pecados. Cuando leas este capítulo, y los identifiques, anótalos. Y decide no hacer nada que se le parezca. No le des la espalda a Dios. No lo eches de tu vida. Arrepiéntete y pídele que siempre permanezca a tu lado. Que el Señor te bendiga.