Aunque el relato bíblico nos presenta el juicio contra Sodoma y Gomorra, y su destrucción final, debemos prestar atención a dos aspectos muy importantes de esta historia. Primero: Dios descendió para comprobar si la maldad de la ciudad había llegado a su límite. Una vez que Dios comprueba que los habitantes de la ciudad, desde el menor hasta el mayor, todos estaban corrompidos y su único pensamiento era el mal, muy parecida a la actitud de los antediluvianos, se decreta que la destrucción es inevitable. Dios es el juez de toda la tierra. Y una vez que Dios corrobora que la maldad es demasiado grande, dicta sentencia. Así mismo pasará en el tiempo de fin. Una vez que la maldad llegue a su colmo, Dios vendrá y ejecutará la sentencia final. Pero vemos que Dios no destruye sin antes salvar a sus escogidos. Dios quería salvar a Lot y su familia. Pero los yernos, lamentablemente, no creyeron al mensaje. La esposa de Lot, aunque inicialmente salió de Sodoma, también pereció. Aunque físicamente había salido de Sodoma, su corazón se había quedado en Sodoma. Debemos tener cuidado de no apegarnos a las cosas materiales de este mundo. La esposa de Lot pagó con su vida por su desobediencia a la Palabra de Dios. La salvación es un regalo, es por gracia; pero debemos obedecer a Dios, y actuar guiados por la fe. Que el Señor nos ayude a no contaminarnos con las prácticas de este mundo. El pecado que trajo la ira de Dios sobre Sodoma y Gomorra, sigue presente, y para el mundo y para la sociedad es cada vez más normal y aceptado. Pero no te equivoques. Dios no aceptará en su Reino a quiénes persistan en vivir en contra de su voluntad. Que el Señor nos ayude a vivir en santidad y pureza en un mundo que cada vez se aleja más de la voluntad de Dios. Que el Señor te bendiga.