Contra todo pronóstico, contra toda esperanza; incluso contra naturaleza, Sara le dio un hijo a Abraham en su vejez. La espera había acabado. Dios cumplió su promesa a Abraham. El nacimiento de Isaac era una clara intervención divina. Dios hizo un milagro con Sara, y ella dio a luz un hijo mucho tiempo después de lo normal. No había duda de que lo ocurrido era obra de Dios. Trato de imaginar la alegría de Sara. Cuando Dios le dio la noticia a Abraham, ella se rio. Pero ahora reía de gozo. Su primera risa había sido de incredulidad. Ahora reía de felicidad. Dios es fiel a sus promesas. Y en su gran amor a Abraham y a Sara, les había dado esta enorme bendición. Pero la alegría de Sara se vio interrumpida por las burlas de Ismael y de su madre. Sara habló con Abraham y le pidió que los echara de delante de Isaac. Sara entendió que ellos siempre serían una amenaza para la felicidad de su hijo Isaac. A Abraham le dolió el pedido de Sara, puesto que Ismael también era su hijo. Pero Dios le dijo que le hiciera caso a Sara, ya que Él se encargaría de hacer que también Ismael se convirtiera en una gran nación. Y así fue como Dios intervino para salvar una vez más la vida de Ismael, en el desierto. Dios no hace acepción de personas. Dios siempre va a escuchar el clamor de los que sufren. Dios es grande en amor y misericordia. Y nosotros tenemos que buscar imitar su carácter. Que el Señor te bendiga.