Jacob había engañado a su padre, y se había ganado el odio de su hermano. Salió prácticamente con las manos vacías de su hogar, con un rumbo a una tierra que no conocía. A diferencia de Isaac, que el siervo fue a buscarle una esposa, Jacob mismo hace este viaje con esa finalidad. Hizo el viaje solo. Y un viaje así puede ser muy peligroso. Por eso Dios se le apareció, para prometerle que Él siempre estaría enviando sus ángeles sobre él. Dios le prometió su presencia, su protección y su bendición. Las promesas que Dios le había hecho a Abraham, ahora se las estaba haciendo a él. Jacob sintió miedo. Nunca se imaginó que en ese lugar podía estar la presencia de Dios. Llamó al lugar Bet-el - que significa "Casa de Dios". Marcó ese lugar, derramando aceite sobre la piedra, para no olvidar que allí, él había tenido ese encuentro con el Señor. Y luego hizo un voto: Si Dios me bendice, yo le daré el diezmo de todo. Dios siempre nos bendice. Pero muchas veces nosotros no lo reconocemos como Él se lo merece. Tanto Abraham como Jacob reconocieron la importancia de darle a Dios el diezmo de todo. Todo proviene de Dios. Sin su bendición, nuestras vidas podrían ser muy distintas. ¿Por qué no darle a Él su parte? Prueba a Dios en esto, y verás como abrirá las ventanas de los cielos, y derramará bendiciones hasta que sobre abunden. Que el Señor te bendiga.