Aún después de encontrarse con el Ángel del Señor, y luchar con Él toda la noche; y aún cuando el Ángel lo bendijo, y le cambió su nombre - ya no se llamaría más Jacob, sino Israel - vemos que Jacob aún tenía temor. Su hermano venía a su encuentro, ¡con un ejército de 400 hombres! Jacob temía lo peor. He hizo todo lo humanamente posible para apaciguar a su hermano. Le envió un gran regalo, y le presentó a su gran familia. Pero lo cierto es que Dios ya había hecho el milagro, y el corazón de su hermano ya había dejado de odiarlo; cuando se encontraron, fue un abrazo de amor y reconciliación. Eran 20 años sin verse. Pero hay personas que pueden conservar en sus corazones el odio durante toda una vida. Hay personas que se aferran al odio y al rencor por largos años. Esaú tenía todo el derecho de odiar a su hermano. Le había robado la bendición de su padre. Y su padre lo había convertido en servidor de su hermano. Pero fíjate que Jacob siempre llamó "señor" a su hermano. Jacob se presentó delante de él como su "siervo". Para Dios no hay nada imposible. Dios puede lograr lo que nadie más puede lograr. Dios puede quebrantar los corazones más duros, y permitir la reconciliación. Esa es la verdadera bendición del Señor. Si necesitas un milagro, busca a Dios en oración. Lucha con Él. Y dile como le dijo Jacob: "No te soltaré hasta que me bendigas". Que el Señor te bendiga.