La historia de Caín y Abel nos muestra que el pecado de Adán y Eva, su rebelión contra Dios, se traspasó a sus hijos. Ellos pecaron, y sus hijos nacieron pecadores. Caín y Abel, ambos presentaron una ofrenda al Señor. Pero el Señor sólo aceptó la ofrenda de Abel; Caín y su ofrenda fueron rechazados. Dios le advirtió a Caín que si hacía el mal, no podría ser aceptado. Pero que si hacía el bien, Dios lo recibiría. Esto nos enseña que a Dios hay que adorarlo cómo Él pide, no como a mí se me de la gana. Aunque el texto no lo dice, se entiende que la adoración debía incluir el derramamiento de sangre. El cordero estaba tomando el lugar del pecador. Ellos tenían que entender que la paga del pecado es muerte; pero que alguien más tomaría su lugar: un inocente cordero. También aprendemos que el pecado siempre estará a la puerta, escondido, con una bestia salvaje, listo para atacarnos. Dios le advirtió a Caín que el pecado quería dominarlo; pero le dijo que él debía dominar el pecado. Creo que hoy en día muchos siguen siendo dominados por el pecado. Son dominados por sus impulsos, por su odio, por su violencia, por sus pasiones, etc. La única forma de vencer el pecado es con la ayuda de Dios. Debemos invocar el nombre de Dios. Debemos buscar la presencia de Dios en nuestras vidas. Si no, el pecado nos seguirá dominando. Solo Cristo Jesús puede romper el poder del pecado en nuestras vidas. Busca a Dios, Invoca su Nombre. Pídele que te ayude a alcanzar la victoria. Que el Señor te bendiga.