Finalmente Pablo es enviado a Roma en calidad de prisionero, y el viaje lo hacen por barco. Pero el relato presencial de Lucas nos muestra las diferentes etapas del viaje. Sufrieron mucho viento en contra. Y luego, la tormenta. Parte del viaje se hizo muy avanzado en el otoño, y todos sabemos que en el invierno los vientos soplan más fuerte, y son mayores los peligros de enfrentar una tormenta. A los marineros les fue imposible dirigir el barco, así que se dejaron llevar por los vientos huracanados. Fue una tormenta que duró semanas. Al no poder ver el sol ni las estrellas, no podían saber su ubicación. Por eso perdieron toda esperanza. Pero en los momentos más oscuros y peligrosos, Dios envió un ángel para fortalecer a Pablo; y Pablo a su vez animó a la tripulación. Dios le aseguró que llegaría a Roma, y que sus oraciones habían sido escuchadas, y ninguno de los 276 pasajeros moriría. El barco se perdió. La carga se perdió. Pero no hubieron pérdidas humanas. Lo material se puede recuperar. La vida no. ¿Qué lecciones podemos aprender? Cuando nos toque enfrentar una tormenta, debemos conservar la calma. A veces puede parecer que nuestra vida está a la deriva. A veces puede parecer que no tenemos el control de nada. Pero debemos confiar en Dios. Debemos comer; debemos conservar nuestras fuerzas físicas. No te puedes rendir, ni mucho menos echar a morir. Y debemos agradecer a Dios; aún cuando el viento no deje de soplar; aún cuando no vea un puerto seguro. Debo agradecer a Dios por sus cuidados, y debo poner toda mi fe en Él. Que el Señor nos ayude a enfrentar las tormentas de la vida, confiando que Él nos llevará a un puerto seguro. Que el Señor te bendiga.