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En el pentecostés, es decir 50 días después de la Pascua (Pesaj) en una fiesta también conocida como Shavuot, fue  que Dios derramó sobre su Iglesia el Espíritu Santo. Ocurrió a las 9:00 de la mañana. Todos los discípulos recibieron la capacidad de hablar de las maravillas de Dios en diferentes idiomas que ellos no conocían. Me imagino a Felipe hablando en árabe, a Juan hablando en latín, a Santiago hablando en persa, y a Mateo hablando en griego. La gente que los escuchaba no lo podía creer. Algunos estaban muy sorprendidos. Pero otros se burlaban, y decían que estaban borrachos. Claro, como no entendían lo que hablaban, era más fácil burlarse. Pero Pedro les declaró que esto era obra del Espíritu Santo. El profeta Joel había profetizado que Dios derramaría su Espíritu sobre toda criatura. Pedro les señaló que ellos estaban siendo testigos del cumplimiento de esta profecía. Y luego Pedro les predicó de la resurrección de Jesús. Citó profecías de los Salmos, que hablaban de que el Cristo no permanecería en la tumba, ni se corrompería. Y también de que el Cristo se sentaría a la diestra de Dios. Y luego les dijo que ellos eran culpables de la muerte del Señor. Los que oían su mensaje se conmovieron, y preguntaron qué era lo que podían hacer. Pedro les dijo que solo había una cosa: Bautizarse. El bautismo es una señal externa de algo que ocurre en el corazón - el profundo arrepentimiento por los pecados. El bautismo es una señal externa de que le estoy entregando mi corazón a Jesús. Le estoy diciendo a Dios: Creo que Jesús es el que enviaste, y lo acepto como mi Señor. Solo a través del bautismo es que mis pecados son perdonados. Y solo así puede Dios darme también a mí el don del Espíritu Santo. Después del sermón de Pedro, 3000 personas se bautizaron. Sin duda Dios tocó sus corazones, y el Espíritu Santo los convenció de que el mensaje de Pedro era la verdad. Y tú mi amigo, ¿ya fuiste bautizado? ¿Ya le entregaste tu vida a Jesús? ¿Ya te arrepentiste de tus pecados? ¿Ya recibiste el Espíritu Santo, y es Él el que gobierna y dirige tu vida? ¿Qué estás esperando? Pídele a Dios que haga un milagro en tu vida, y que te de un nuevo corazón y un nuevo comienzo. Que el Señor te bendiga.