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Una de las promesas de Jesús fue que sus discípulos harían cosas aún más grandes que las que Él hizo. ¿Cómo es esto posible? Por obra del Espíritu Santo. Pedro y Juan no fueron al Templo a orar con la intención de ir a sanar al paralítico. El Espíritu Santo fue el que los dirigió e inspiró a hacer este milagro. El milagro tenía un solo propósito: servir de canal para predicar el evangelio, y apuntar así la atención de todos a Jesús, el autor de la vida, el Santo y Justo; quien injustamente fue crucificado por petición del pueblo. La buena noticia es que Dios estaba dispuesto a perdonarlos, ya que lo habían hecho por ignorancia. Lo cierto es que todo milagro que de aquí en adelante realizaran los discípulos de Jesús, tendrían un sólo propósito: Exaltar a Jesús, y ayudar en la conversión de los oyentes. El mensaje de Pedro fue: Jesús pronto volverá, y entonces restaurará todas las cosas. Nosotros sabemos que cada vez falta menos para que llegue ese día. Y por eso debemos seguir predicando, para que más personas decidan prepararse para ese día, donde finalmente Dios separará a sus hijos, a su pueblo, de los que no lo son, o lo rechazaron para seguir sus propios caminos. Elige a Jesús. Síguelo a dónde Él te dirija. Que el Señor te bendiga.