El Imperio Asirio era fuerte y orgulloso. Habían tenido tantas victorias militares, que llegaron a creer que eran invencibles. Dios los usó para castigar a su pueblo, pero ahora les promete a su pueblo que Él se encargaría de castigar a los asirios. Todo el poder del hombre, ante Dios no es nada. Nada ocurre sin que Dios lo permita. Y Asiria creyó que podía conquistar Jerusalén, ya que sus dioses eran más fuertes que todos los dioses. Pero lo que Asiria no entendió, es que el único Dios verdadero, era el Dios de Israel. Dios castigaría a su pueblo por su maldad. Por la falta de amor y de justicia. Pero Dios les prometió que dejaría un remanente. Un grupo iba a sobrevivir. Y ese grupo temería al Señor y le serviría. Así como Dios tuvo un remanente en los tiempos de Isaías, también tendrá un remanente en el tiempo del fin. Dios permita que tú y yo estemos dentro de ese remanente fiel. Que el Señor te bendiga.