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Esta era el lema de los habitantes de Jerusalén en los tiempos del profeta Isaías. Dios ya había juzgado a todos sus vecinos. Dios había hablado del castigo que vendría sobre todos sus enemigos. Pero lo que ellos no esperaban, es que también a ellos los alcanzase la ira de Dios. Y lamentablemente se lo merecían. Ya que una y otra vez Dios siempre los invitó al arrepentimiento, y ellos nunca quisieron escuchar. Jerusalén se había transformado en una ciudad parrandera. Se habían olvidado de Dios, y se habían entregado únicamente a los placeres. A pesar de que se venía la destrucción, ellos solo pensaban en comer y beber, y pasarla bien. ¿Será que la historia está a punto de repetirse? ¿Será que hoy nos estamos preparando para encontrarnos con nuestro Dios? Busquemos al Señor mientras haya tiempo. Busquemos al Señor, antes que sea demasiado tarde. Que el Señor te bendiga.