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La vida está llena de pruebas y de dificultades. Y a veces nos pueden pasar tantas cosas malas, que podríamos llegar a pensar que Dios nos ha abandonado. Podríamos llegar a pensar que Dios se olvidó por completo de nosotros. Pero Dios es muy claro al decir: “Yo jamás me olvidaré de ti”. Y la demostración de ese amor está en el acto de llevar nuestro nombre escrito o grabado en sus manos. Las manos de Jesús fueron traspasadas por grandes clavos, que lo sujetaron sobre una cruz entre el cielo y la tierra: así te demuestra Dios que te ama. Jesús vino para salvar a Israel, y para ser una luz para todo el mundo. En Jesús todos pueden alcanzar la salvación; sin importar de dónde vengamos y cuál haya sido nuestro pasado, en Jesús podemos tener una vida nueva. Te invito a leer este hermoso capítulo y a reflexionar en sus promesas. Que el Señor te bendiga.