Solo en la presencia de Dios es que podemos vernos como realmente somos. Todos estamos llenos de iniquidad. Todos tenemos los labios impuros, la mente contaminada, y el corazón endurecido. Pero Dios siempre está listo para perdonar, para limpiar, y para restaurar. Isaías fue perdonado. Y luego fue enviado a predicar a su pueblo. Pero su misión sería muy ingrata. El pueblo no lo iba a escuchar. ¿Hasta cuándo? Hasta que todo Israel fuera destruido. Pero Dios le hace ver a Isaías, que aunque el pueblo se endureciera, Él iba a dejar a un remanente. Una décima parte iba sobrevivir, y la nación iba a retoñar. Que Dios nos ayude a escuchar, y a ser parte del remanente que se va a salvar en este tiempo del fin. Que el Señor te bendiga.