El pueblo de Israel estaba padeciendo por una intensa sequía, la cual era un castigo divino por la maldad del pueblo. Y aunque este capítulo nos habla de su ayuno y de su supuesto arrepentimiento, lo cierto es que era falso. Dios puede ver perfectamente nuestro corazón. A Él no lo podemos engañar con formas externas. De nada sirve el ayuno si no hay dolor por el pecado. Y este capítulo nos muestra que lo que quizás estaba ayudando a esta pésima actitud era el trabajo de los falsos profetas. Ellos prometían paz y bienestar. Ellos decían: “no, la espada no llegará”. Pero aquí Dios dice que Él no los envió. Nosotros hoy en día también debemos tener mucho cuidado, no sea que estemos escuchando a falsos profetas. Muchos están hablando mensajes, ¡que Dios no les ha dado para que hablen!! Muchos están hablando desde su imaginación, otros desde su avaricia. Jeremías realmente fue un profeta de Dios. Si quieres saber si un profeta es de Dios o no, ve si habla de arrepentimiento. Ve si habla de fidelidad. Ve si habla de obediencia. Si solo habla de cosas bonitas, pero no te invita a buscar a Dios de todo corazón, es muy posible que sea falso. Pidámosle a Dios sabiduría, para que nunca seamos engañados. Que el Señor te bendiga.