Una y otra vez la Biblia nos recuerda esta importante verdad: Nuestra justicia proviene del Señor; la justicia no es algo natural en nosotros. Por naturaleza el ser humano es egoísta, orgulloso y terco. No podemos generar justicia. Y si por alguna razón llegáramos a hacer algo remotamente bueno, muchas veces las motivaciones no son las correctas. Dios promete enviar un Salvador. Dios promete restaurar a Jerusalén. Y promete que la alegría volvería a escucharse y hacerse sentir en Jerusalén. Para Dios no hay nada imposible. Dios puede restaurar. Dios puede reconstruir. Dios puede devolver la alegría a quienes la perdieron. Si ese es tu caso, clama al Señor. Que el Señor te bendiga.