El Rey Sedequías parecía apreciar al profeta Jeremías. Pero vemos claramente que no era un hombre fuerte y firme. Había sido nombrado rey por el rey Nabucodonosor. Quería la bendición del Señor, pero, influenciado por sus oficiales y consejeros, de rebeló contra el Nabucodonosor y le hizo la guerra. Buscó el apoyo del faraón, pero no buscó el apoyo de Dios. Al menos, no lo hizo de todo corazón. No se arrepintió y ni se humilló en su presencia. Solo quería la bendición, pero no quería estar a cuentas con Dios. Ese es un grave error que muchos siguen cometiendo hoy en día: quieren la bendición de Dios; ¡pero no quieren a Dios! Quieren que Dios les bendiga, pero no quieren que Dios gobierne sus vidas. Eso no es correcto. Dios quiere nuestra obediencia y nuestra fidelidad al 100%. Que el Señor te bendiga.