Este relato de Juan habla de los momentos previos de Jesús antes de celebrar la última cena con sus discípulos. Estaban por celebrar la pascua. Faltaba muy poco para que Jesús fuera a la cruz. Y Jesús debía hacer algo que los discípulos en su momento no iban a entender. La gran preocupación de Jesús, era que sus discípulos todavía no entendían la naturaleza de su reino. Ellos anhelaban puestos de autoridad, y grandeza. Jesús, en su gran amor, les enseñó de forma muy práctica, lo que Él esperaba de ellos. Jesús tomó la iniciativa, y comenzó a lavar los pies de sus discípulos. Esto era algo que solo lo hacían los sirvientes, o los esclavos. Y en la ausencia de sirvientes, lo hacían los más jóvenes. Él único que protestó fue Pedro. Pedro entendía que Jesús era el Señor, el Cristo, el Hijo de Dios. Pedro no concebía en su mente que el Señor le lavara sus pies. Pero Jesús le dijo que si no se dejaba lavar los pies, no tendría parte con Jesús. Entonces Pedro pidió ser lavado completo. Jesús le dijo que no era necesario. Los que estaban recién bañados, solo necesitaban lavarse los pies. Esto se entiende como una alusión al bautismo. Si estás bautizado, si fuiste completamente sumergido en el agua, y todo tu cuerpo fue lavado, no tienes que volver a bautizarte. Solo debes lavarte los pies. A menos que te hayas alejado de Dios, y mientras estuviste lejos de Él, te hayas caído al lodo, y te hayas revolcado en el pecado; entonces, al regresar a Jesús, sería aconsejable que renueves tu pacto con Jesús mediante el bautismo. Pero para quienes han permanecido fieles a Jesús, no es necesario volver a bautizarse.
Jesús quiere que sus discípulos sean como Él, mansos y humildes de corazón. Jesús quiere que sus discípulos se sirvan unos a otros. No quiere que tengan complejos de grandeza, ni de superioridad. Él quiere que extirpar de nuestros corazones el orgullo y la autosuficiencia. La siguiente vez que vayas a la iglesia, y participes de este rito, llamado el Rito de Humildad, pídele al Señor que sea Él quien lave tu corazón y tu mente, y que te haga más semejante a Él. Que el Señor te bendiga.